Un equipo nunca es tan bueno como cuando gana, ni tan malo como cuando pierde, un dicho del refranero popular que no está ni por mucho menos alejado de la realidad. Por estos días el voleibol cubano es víctima de elogios y críticas en menos de 24 horas, pues claro, es el deporte del momento.
Las redes sociales han brindado la oportunidad a que personas brillantes e inteligentes encuentren su espacio para emitir su opinión y análisis, algo que precisamente en Cuba estaba cerrado al alcance de los «elegidos». Gracias a esto también han surgido en la palestra pública personas que han hecho mucho más por el voleibol desde las sombras que otros a plena luz.
Pero también, las redes han traído consigo elementos, vamos a decir, curiosos. Por solo citar un ejemplo, en los últimos días con el inicio de la Volleyball Nations League hemos visto el resurgir de los entrenadores de sofá, «aquellos cuyo argumentos son quita a este o cambia al otro». Por otra parte, está este grupo que, en lo personal, me gusta mucho y un amigo los bautizó como los «contra el olvido», aquellos fanáticos periféricos del deporte cuya mente quedó atrapada por el 2010, cuando la desaparecida generación dorada, aquella de la plata mundial y varias veces en la ronda final de la extinta liga mundial.
En ocasiones, pensar y emitir criterios con la mente en caliente no es nada provechoso. Exaltarse con una victoria o frustrarse con un fracaso es algo normal en un ser humano, pero lanzarse al teclado y descargar todo tu odio no debe ser una opción. Más aún, cuando considero que a ningún atleta le gustaría perderse unos juegos olímpicos en su carrera.
El aficionado cubano es un conocedor innato del deporte y si no sabe «inventa», pero también es convaleciente del síndrome del isleño, donde piensa que todo tiene que ver con él. Hoy en el voleibol Cuba no es el mejor equipo del mundo ni por asomo, se bate en la élite mundial contra otros conjuntos que tienen igual ganas de asistir a la cita bajo los cinco aros o de simplemente representar su bandera.
No por ser cubanos somos especiales, no somos los que más sentimos, no somos los que más coraje ponemos, somos simplemente otro grupo de nacionales que sufrimos y amamos el deporte. Los seis atletas que se paran en el Taraflex con la camiseta de Cuba quieren hacerlo lo mejor posible y quieren dar una alegría, no solo al pueblo, sino también a sus familiares.
Hoy tenemos que sentirnos afortunados de que tengamos un equipo de voleibol en la élite nuevamente. Disfrutemos el proceso de la clasificación y, si se consigue, que se celebre con más entusiasmo. Cuba tendrá que definir todo en Eslovenia y el duelo contra Serbia será su «final adelantada».
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