Fueron momentos turbios los vividos el domingo en Mestalla, con la imagen de la violencia imponiéndose a la del fútbol y con el racismo, pasándole por encima al espectáculo de jugadas y goles, para dejar a la Liga Española en el subsuelo en cuanto a prestigio y humanidad. Ya lo sé: vendrán hordas de hinchas de diversos bandos a justificar o atacar, pero el fenómeno Vinicius, que incluye todo lo que rodea al jugador brasileño y los campos de fútbol que visita, comienza a sobrepasar los límites de lo permisible.
En redes sociales la avalancha de criterios ha sido casi peor que lo visto sobre el césped del estadio del Valencia. Los madridistas defienden a capa y espada a su jugador y repudian los ataques que recibió, horribles, por cierto, de un sector de la grada que sigue anclado a prácticas humanas de siglos pasados.
Los demás, en su mayoría, también condenan estas actitudes, más culpan al jugador por provocar y algunos, incluso, le responsabilizan de su propio sufrimiento.
Así va el mundo y así van las redes sociales. El fenómeno, de todas maneras, es complejo. Más incluso de lo que parece. La pregunta más recurrente ha sido, durante los últimos días y a raíz, por ejemplo, del abrazo de Walker con el brasileño y la pacífica eliminatoria de semifinales de Champions, por qué en Europa no y en España sí. Tiene sentido. ¿España es más racista que el resto de Europa? La conjetura parece lógica, aunque me niego a creer eso. No, no puedo ratificar algo así.
España es igual que el resto de Europa, pero toda la parafernalia en torno a Vinicius ya aparece demasiado anclada al odio, a los “dimes y diretes” engendrados por la prensa misma y por un presidente de la Liga (Javier Tebas), que lejos de aplacar pone más leña en el fuego. A Vinicius le odian en España porque es muy bueno, porque su actitud a veces peca de excentricismo y sí, digámoslo claro, porque es negro.
El jugador no contribuye demasiado a amainar las aguas turbulentas. Cuando se marchaba de Mestalla, les mostró el dos de enviarlos a Segunda, cuando todos sabemos que no hay algo que duela más a las hinchadas que provocaciones de este tipo. Dentro y fuera del campo, Vinicius no ha sido la diana esquiva que fue Jackie Robinson, quien daba la espalda y sufría para dentro de sí. El brasileño, penosamente, ha caído en la trampa.
Sin embargo, más allá de esto, aquí el jugador no es el culpable: es la víctima y como tal debe ser tratado. Desviar las miradas de los racistas para enfocarlas a qué les motiva ser racistas debería ser considerado el gran error a la hora de tratar este fenómeno. Ojalá no pase a mayores. La Liga Española debería beneficiarse del talento descomunal de Vinicius y no convertirse en la Liga de los escándalos en torno a la figura de Vinicius.
Y en medio de todo este embrollo, el Real Madrid ha anunciado que llevará el caso a los tribunales. Compren palomitas, que esta horrible película de terror apenas empieza.