Eran las 7.35 de la tarde/noche en Uruguay. Raiko Arozarena, Nelson Johnston y Sandy Sánchez salieron a enfrentar los 13 grados celsius (55 Fahrenheit) y la incipiente niebla que abrazaba al Estadio Centenario de Montevideo, ubicado a 20 calles de la costa. Faltaba una hora para que Cuba enfrente a Uruguay, pero el clima local ya se hacía sentir. En la tribuna, unos 50 cubanos, un poco más acostumbrados al frío por estar residiendo en Uruguay, saltaban y sacudían sus banderas. Sin detenerse, apoyando y celebrando cada vez que Willian Pozo bajaba a buscar el balón, cada vez que Luis Paradela o Aldair Ruiz peleaban con los defensas uruguayos, en cada salida de Arozarena para adelantarse a los rivales.
Vuvuzelas y un bordado que unía las banderas cubana y uruguaya se llevaban toda la atención en la Tribuna América, dándole calor al frío montevideano. El aliento no se frenó, ni siquiera luego de la lesión que sufrió Cavafe en el minuto 20 y que forzó la primera sustitución en el elenco cubano, dando lugar a Neisser Sandó.
Para los hinchas cubanos fue una noche de fiesta, pese al gol de Facundo Torres de penal en el minuto 26. Una jornada de reencuentro, con otros cubanos, juntos, unidos, apoyando a un equipo nacional. En casa, a siete mil kilómetros de casa.
El esfuerzo de Pozo jugando desde mitad de cancha era ovacionado constantemente, especialmente durante el duelo del segundo tiempo con el lateral uruguayo Guillermo Varela. A Pozo le costó una amarilla, pero valió la pena por cada grito de aliento que bajaba desde la América.
El momento de mayor euforia coincidió con la jugada más clara del elenco de Sánchez. Fue a los 64 minutos de juego, cuando el capitán Aricheel Hernández avanzó con pelota por el centro del campo, ingresando al área y quedando cerca de rematar al arco, pese a que el portero charrúa logró quedarse con el balón. El grito de “Cuba, Cuba, Cuba” no se hizo esperar y prevaleció sobre los silbidos de la afición uruguaya.
En el minuto 79 llegó el segundo gol uruguayo. Luego de tres atajadas de Arozarena en los minutos previos, Maxi Araujo pudo vencer la valla del número 12. Fue el único momento del juego en que los ánimos de los hinchas cubanos bajaron. Pero el capitán Hernández volvió a levantar a la hinchada con una nueva incursión en el área celeste y luego ingresó Romario Torres, el joven de 18 años que arribó a Uruguay hace pocos meses para jugar en el club Nacional.
Uruguay se llevó la victoria pero Cuba se quedó con la alegría. La alegría de volver a ver a su selección de cerca, de encontrarla haciendo un gran partido ante un rival muy competitivo y de reencontrarse, en medio del frío sudamericano, alentando hasta el último minuto.