París 2024 cerró las cortinas de unos Juegos Olímpicos llenos de sucesos llamativos, tanto en lo deportivo como en lo extradeportivo. Para Cuba la cita estival dejará en los libros de historia su peor actuación en el siglo XXI en ese tipo de eventos .
La sociedad cubana continúa sufriendo los embates de un sistema caducado que lentamente conduce a su pueblo al abismo. En esa manada de almas sin esperanzas marcha también el movimiento deportivo antillano. Sostenido por algunos que replican consignas vacías y otros que ansían brillar para emprender la huida a una vida mejor, a una vida en libertad.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 son un reflejo de lo antes mencionado y lo triste es que año tras otro vemos como cada vez escasean más las esperanzas. Ni tan siquiera el boxeo en esta oportunidad pudo impulsar a delegación cubana, que para esta edición, prácticamente, llevó más miembros de la prensa a Francia que deportistas de calibre olímpico.
¿Fue un fracaso París 2024 para Cuba?
En general, la respuesta es «sí». Salvó Erislandy Álvarez y Mijaín López, quienes alcanzaron medallas de oro en sus prestaciones, Cuba vio como sus esperanzas doradas siempre estuvieron aferradas a veteranos que ya vieron pasar sus mejores años. Además, lo peor es que las nuevas generaciones que quedan en la Isla son los suplentes de las estrellas que hoy brillan bajo otra bandera.
Tan solo hay que fijarse en la cantidad de preseas cosechadas por los atletas nacidos en Cuba en París con otra bandera. Un total de ocho metales, incluyendo un podio topado en el triple salto por cubanos que no compiten por la Isla caribeña. Mientras que colectivamente para la delegación oficial es la primera vez, desde Munich 1972, que el total de medallas no excede el doble dígito.
Lo sucedido no hace más que argumentar una frase que predica «el deporte en Cuba es reflejo de su sociedad».
París 2024, hizo valer esto último. Una cifra altísima de atletas emigrados (21), poco más de un tercio del número de la delegación cubana (61). El promedio de edad de los medallistas antillanos fue muy inferior al de los cubanos, dejando claro que en su mayor parte la sangre nueva buscó una vida mejor, lejos de la Mayor de las Antillas.
La conclusión es simple, Cuba seguirá produciendo talentos, pues es una tierra innata donde nacen campeones. Pero, contraproducente a esto, en su mayoría estos hombres y mujeres brillarán y vivirán sus mejores años en tierra donde no tengan que rendir tributo y pleitesía a un régimen totalitario que sigue pensando que «La Medalla de la Dignidad» es suficiente para poder hacer comer a un deportista.
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