Me quedo absorto en ciertas discusiones futbolísticas: solo miro, por mucho que de vez en cuando quieran inmiscuirme, y en esas incómodas ocasiones para salir del paso a veces sonrío, hago gestos, asiento… Y flipo, como dirían que en España, con la friolera de ataques que destinan muchos a Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, dos de los más grandes futbolistas de la historia, sino los que más, cuyos detractores a veces no les perdonan ni el sencillo acto de ganar.
Hace poco tiempo dije, en uno de mis textos habituales de la columna Al Contragolpe en Allin1deportes, que me negaba rotundamente a ver la Liga de Arabia Saudita. Y lo afirmé por dos motivos puntuales: primero, porque por muchas estrellas que hayan decidido ir allí, no soporto el fútbol cuando queda fuera de la parafernalia de hinchas, incentivos más allá del dinero y otros factores externos; segundo, porque de todas maneras tampoco tengo cómo disfrutar de dicho certamen, más allá de resúmenes aislados de YouTube.
Sin embargo, este domingo, por ejemplo, cuando Cristiano Ronaldo levantó el trofeo con Al-Nassr, he escuchado con indignación la mayoría de mofas de quienes prefieren denostar la Árab Club Champions Cup para disminuir el triunfo del astro de Madeira. Allá, dicen, encuentra un escenario de poco nivel y puede seguir empujando balones a portería. Como si fuera fácil mantener su extraordinario nivel a los 38 años de edad y como si Arabia no hubiese fichado una pléyade de excelentes futbolistas de primer nivel en Europa para dispersarlos en sus clubes.
Sucede que, en medio de la vorágine del mercado que ha llevado a diferentes luminarias de Europa a suelo árabe y de un escenario de máxima paridad entre los aspirantes a títulos allí, gana el equipo de Cristiano Ronaldo y este, que debió marcharse antes de finalizar el partido por lesión, abandonó el campo entre lágrimas, muestra tangible de su gen competitivo a prueba de los años y el hartazgo de tanto vencer.
No me sorprende que critiquen a CR7 hasta en días de éxitos, porque así lo hacen con Messi, solo que del otro bando, cada vez que rompe la Leagues Cup que juega por estos días y empuja a Inter de Miami a la gloria que antes no conocía. Allí, esgrimen, tampoco hay nivel, y el campeón mundial argentino apenas tiene que esforzarse para sobresalir.
La ignorancia es una cualidad en extremo atrevida y aunque nadie en su sano juicio podría afirmar que Arabia o Estados Unidos emulan el nivel europeo, reducir lo logrado por Messi o CR7 más allá de las habituales grandes ligas del Viejo Continente es desconocer toda su trayectoria precisamente allí, dónde esculpieron sendas leyendas.
Y lo que resulta incluso hasta chistoso, quienes critican a uno, defienden al otro, y ahora hasta comparan el nivel de la Liga árabe y la MLS para ensalzar a una en detrimento de la otra. Parece que ni ahora, que uno anda por un lado del mundo y el otro en el extremo opuesto, nos liberamos de semejante rivalidad. Cosas de hinchas…
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